El paquete.......................por pandora.
Me había encontrado con José hacia tres días, tropezamos en la panadería por casualidad, nuestros ojos se encontraron entre el bullicio del gentío, la sonrisa los acompañó, su mano rozó levemente mi hombro a modo de saludo, noté la corriente que nos unía, quise retener el calor de su mano en mi piel, pero solo fue un segundo, ninguno dijo nada, ninguno se atrevió, pero yo le pondría remedio....
Pulsé enter, y con ello enviar, no había vuelta atrás, nada podría cambiar lo que sucedería a partir de ahora. Un sencillo pedido, unas breves instrucciones y la cadena se había desatado, al menos esa era la intención. El paquete se dirigía a mí.
El paquete fue preparado inmediatamente por Inma al llegar el correo, ella misma se sintió excitada al prepararlo, un cosquilleo le bajó del estómago, y la sonrisa apareció en su rostro, pensó en Javier, su marido, y en los breves minutos que faltaban para su encuentro. Cuando este apareció en la puerta, Inma ya había acabado de envolver el paquete y de etiquetarlo según las instrucciones del cliente, hizo entrar a Javier arrastrándolo al mostrador del sex shop, cerró la persiana por dentro y la puerta con llave. Javier asombrado no interrumpió ninguno de sus movimientos, dejó que ella, picarona, lo desnudara allí mismo. Dejó que bajara sus pantalones y dejara su sexo al descubierto, dejó que Inma lo lamiera, lo comiera y lo devorara como si no hubiera comido en mucho tiempo, estaba alucinado por la manera en la que ella lo había recibido y empezó a pensar si no habría olvidado alguna fecha especial y aquel era el regalo que Inma le estaba haciendo. Mientras su boca se deslizaba húmeda por su miembro, decidió que no podía ser, y se dedicó a disfrutar del recibimiento.
Allí, con Inma arrodillada delante de todos aquellos penes de silicona, de medias con abertura, cremas de todos los sabores y un paquete sobre el suelo al pie del mostrador con un envoltorio poco habitual, Javier llegó al orgasmo. Notó los calambres en sus piernas, miró la boca de Inma, el pintalabios rojo de sus labios le excitaba, se movía frenética y le miraba mientras lo hacía, no pudo evitar llegar tan rápido, fue violento, lanzó un gran gemido mientras sus fluidos cayeron esparcidos por la boca de Inma, el suelo, incluso llegaron a manchar el paquete que esperaba a ser enviado en el suelo, pero ellos no se dieron cuenta.
La mañana siguiente Alberto encontró el paquete en el suelo al entrar en la tienda, se agachó a recogerlo y lo dejó sobre el mostrador, sabía que Inma lo había dejado allí para que él lo viera y lo enviara de inmediato. Al recogerlo sintió una ráfaga de deseo, el olor que desprendía el local le excitaba, -el olor del sexo- se dijo, sonrió para si mismo, ¡que suerte tenían algunas! Se colocó detrás del mostrador, marcó un número de teléfono y habló unos segundos con el paquete entre sus manos, colgó y dejó el paquete al lado del teléfono. Empezó su trabajo como cada día, la rutina de siempre. Un par de clientas, vendió unas bolas chinas y un vibrador, buena mañana para el negocio.
A media mañana, un muchacho con el casco mal puesto sobre su frente entró en el sex shop, lucía en él una pegatina del servicio de mensajería, Alberto levantó la vista de los papeles para fijarse en el abultado paquete que lucía el motorista, cuando este le habló, le costó mucho levantar la vista para mirarle los ojos, sintió la llama del deseo que había experimentado al llegar a la tienda. Fue hasta el mostrador por la parte de afuera, se inclinó para recoger el paquete que antes había dejado junto al teléfono, al instante notó el peso del cuerpo del motorista sobre el suyo, vio el reflejo del casco en la vitrina llena de penes de silicona, sintió la presión que ejercía el bulto de la entrepierna del motorista, la excitación se desbocó por ambas partes. El paquete volvía a estar en el suelo, los pantalones de ambos también, fuertes sacudidas empujaban a Alberto contra el mostrador, un bote de crema lubricante estaba desparramado por el cristal del mostrador, resbalando por él hasta caer en el suelo manchando el paquete, listo para enviar, a su paso.
Juan, el motorista entregó el paquete que había recogido, veinte minutos más tarde de lo que tenía marcado, dejó el paquete en la central de mensajería, la muchacha de recepción lo ignoró por completo, el paquete lo incluiría Cristina en el turno de tarde, para que saliera en el camión de las cinco.
Cristina, al entrar en su turno de tarde, cogió un montón de sobres y los puso sobre el paquete, apretando el conjunto sobre su pecho, al hacerlo inexplicablemente sus pezones se irguieron, rozaban con el delicado sujetador a cada paso que daban. La nave de carga estaba un poco apartada, tuvo que caminar un largo trecho para encontrar la zona donde se cargaban las sacas en los camiones, mientras andaba, notó también su sexo extrañamente húmedo, los sobres y el paquete debían salir a su hora.
Ramón sonrió nada más verla, su corazón pareció palpitar más rápido, la muchacha parecía contonearse solo para él. Cristina acercó el paquete a Ramón, que alargó los brazos para recogerlo, sin querer, su mano rozó la camisa de Cristina notando la dureza de sus pezones bajo ella, su mirada se cruzó, la erección de Ramón quedó escondida bajo el ligero paquete que ahora tenía en sus manos, su boca se humedeció, la saliva se le acumuló en los labios resbalando por ellos. Cristina lamió los suyos en un acto totalmente irreflexivo, como si quisiera recoger la saliva de Ramón en los suyos. Este, nervioso se dirigió con el paquete a la parte trasera del camión, Cristina le siguió atraída por él. Subieron al remolque lleno de sacas, dejaron el paquete y los sobre una de ellas, y acto seguido comenzaron a besarse de forma salvaje. Las ropas de ambos desaparecieron en el interior de los enormes sacos, Ramón se volvió loco mojando con su saliva el cuerpo de Cristina, mordía con desesperación aquellos senos turgentes, Cristina gritaba de placer a cada bocado. Con los brazos fuertes la doblegó y tumbó sobre la saca que contenía el paquete, el sudor mojó el envoltorio y su peso lo aplastó en parte, no se preocuparon por ello, continuaron alimentado el deseo de sus cuerpos. Ramón abrió las piernas de Cristina, saboreó su ya húmedo sexo y la embistió con desesperación, fuertes sacudidas hicieron que no dejara de gritar, que acompañara los movimientos de Ramón con los suyos, moviendo la caja del remolque con ello.
Nadie pareció darse cuenta de las cartas y paquetes arrugados cuando llegaron a su destino, solo José, el mensajero que llevaría el paquete al destinatario final. Cogió el paquete sorprendido del mal estado en el que se encontraba, salpicaduras diminutas rodeaban una parte, una gran mancha del algo húmedo había estropeado todo el lateral, y parecía que alguien empapado se hubiera sentado sobre él, solo esperaba que lo que contuviera no hubiera sufrido ningún daño, sobretodo, porque vio a quien iba dirigido.
Dejó el paquete en su coche, dejándolo para la última entrega, un cosquilleo le acompañó toda la mañana, no había dudas de la procedencia del paquete, imaginaba una y otra vez el contenido que tendría, se excitaba con ello, mientras que dejaba paquetes en locales, fábricas, y tiendas tuvo múltiples erecciones, se imaginaba a Susana, tendida en la cama, acariciándose el cuerpo despacio, utilizando los productos típicos de sex shop.
Acabando la jornada llegó a mi casa, yo esperaba impaciente que sonara el timbre de la puerta, la entrega estaba garantizada antes de las siete. No me quitaba los ojos de encima mientras me pedía que firmara en el resguardo, nos quedamos unidos sosteniendo el paquete cada uno por un lado, conectamos a través de él como si una corriente nos uniera. Era la primera vez que estábamos solos, la casa vacía, mi cama solitaria, los dos lo deseábamos.
Del paquete se desprendían aromas que nos embaucaron, seguíamos mirándonos, nos arrastró una oleada de deseo que nos obligó a arrancarnos la ropa, hecha jirones quedó en el suelo, la puerta quedó abierta, el camino a mi dormitorio era demasiado largo, el pasillo y la escalera fueron nuestro lecho, los escalones se convirtieron en plataformas donde sentarnos dependiendo de la zona que decidiéramos besar, acariciar, o arañar. Todo era lejano a la vez que cercano, me descubrí lamiendo, comiendo y devorando a José, como Inma había hecho con Javier, me dejé acariciar por la lengua de José, como Cristina había hecho con Ramón, noté las embestidas, como Alberto había sentido las del motorista, acompañé cada una con mis movimientos como Cristina hizo, sintiendo a través del paquete cada suspiro y cada gemido que había ocurrido cerca de él.
Ramón sonrió nada más verla, su corazón pareció palpitar más rápido, la muchacha parecía contonearse solo para él. Cristina acercó el paquete a Ramón, que alargó los brazos para recogerlo, sin querer, su mano rozó la camisa de Cristina notando la dureza de sus pezones bajo ella, su mirada se cruzó, la erección de Ramón quedó escondida bajo el ligero paquete que ahora tenía en sus manos, su boca se humedeció, la saliva se le acumuló en los labios resbalando por ellos. Cristina lamió los suyos en un acto totalmente irreflexivo, como si quisiera recoger la saliva de Ramón en los suyos. Este, nervioso se dirigió con el paquete a la parte trasera del camión, Cristina le siguió atraída por él. Subieron al remolque lleno de sacas, dejaron el paquete y los sobre una de ellas, y acto seguido comenzaron a besarse de forma salvaje. Las ropas de ambos desaparecieron en el interior de los enormes sacos, Ramón se volvió loco mojando con su saliva el cuerpo de Cristina, mordía con desesperación aquellos senos turgentes, Cristina gritaba de placer a cada bocado. Con los brazos fuertes la doblegó y tumbó sobre la saca que contenía el paquete, el sudor mojó el envoltorio y su peso lo aplastó en parte, no se preocuparon por ello, continuaron alimentado el deseo de sus cuerpos. Ramón abrió las piernas de Cristina, saboreó su ya húmedo sexo y la embistió con desesperación, fuertes sacudidas hicieron que no dejara de gritar, que acompañara los movimientos de Ramón con los suyos, moviendo la caja del remolque con ello.
Nadie pareció darse cuenta de las cartas y paquetes arrugados cuando llegaron a su destino, solo José, el mensajero que llevaría el paquete al destinatario final. Cogió el paquete sorprendido del mal estado en el que se encontraba, salpicaduras diminutas rodeaban una parte, una gran mancha del algo húmedo había estropeado todo el lateral, y parecía que alguien empapado se hubiera sentado sobre él, solo esperaba que lo que contuviera no hubiera sufrido ningún daño, sobretodo, porque vio a quien iba dirigido.
Dejó el paquete en su coche, dejándolo para la última entrega, un cosquilleo le acompañó toda la mañana, no había dudas de la procedencia del paquete, imaginaba una y otra vez el contenido que tendría, se excitaba con ello, mientras que dejaba paquetes en locales, fábricas, y tiendas tuvo múltiples erecciones, se imaginaba a Susana, tendida en la cama, acariciándose el cuerpo despacio, utilizando los productos típicos de sex shop.
Acabando la jornada llegó a mi casa, yo esperaba impaciente que sonara el timbre de la puerta, la entrega estaba garantizada antes de las siete. No me quitaba los ojos de encima mientras me pedía que firmara en el resguardo, nos quedamos unidos sosteniendo el paquete cada uno por un lado, conectamos a través de él como si una corriente nos uniera. Era la primera vez que estábamos solos, la casa vacía, mi cama solitaria, los dos lo deseábamos.
Del paquete se desprendían aromas que nos embaucaron, seguíamos mirándonos, nos arrastró una oleada de deseo que nos obligó a arrancarnos la ropa, hecha jirones quedó en el suelo, la puerta quedó abierta, el camino a mi dormitorio era demasiado largo, el pasillo y la escalera fueron nuestro lecho, los escalones se convirtieron en plataformas donde sentarnos dependiendo de la zona que decidiéramos besar, acariciar, o arañar. Todo era lejano a la vez que cercano, me descubrí lamiendo, comiendo y devorando a José, como Inma había hecho con Javier, me dejé acariciar por la lengua de José, como Cristina había hecho con Ramón, noté las embestidas, como Alberto había sentido las del motorista, acompañé cada una con mis movimientos como Cristina hizo, sintiendo a través del paquete cada suspiro y cada gemido que había ocurrido cerca de él.
El paquete cumplió al dedillo todo lo que había prometido el sex shop cibernético, desde entonces hacemos juntos nuestros pedidos regularmente, y creo, por el estado en el que llegan, que no solo nosotros disfrutamos con ellos.....
Comentarios
Sigo pensando lo que te dije el viernes... deberías de planteartelo, escribes muy bien y vale la pena que lo intentes... Tu puedes y debes !!!
Besos guapa y muchas gracias por el libro, ya lo he empezado y me encanta... Tengo un par para ti... nos vemos pronto !!!
Besos más besos.
Besos!!
Carai! ayer hice una comanda de cafè haber como llega el paquete ... ¿ quién me lo entregará ? jajajjaj
Petonets
Un abrazo y gracias de corazón!
Suerteeeeeee...
Por cierto...de paquete en paquete y se comieron una... no????... no era el juego de la oca???... me ha encantado...te felicito...escribiendo así es normal que la gente te lo varole...
Tu vecino del 4º.
Mescalino, espero que a estas horas andes más fresquito!!!
Veïna, que no cariño que café no es lo que hay que pedir!!!!jajajaja.
Otra vez Mescalino, que no, que no me lo creo, a tí "colorao" no creo que te ponga nada!!!!!!
Vecino, no puedo evitar alegrarme, pero creéme, aceptaré que te pongas encima de mi cuando quieras!!!!!jeje.
un beso a todos, pandora.
La verdad es que hubiera dado lo que fuera por haber estado presente, porque de verdad... qué de cosas se pierde una por no pasar por los blogs debidos...
Aquí quedo, abducida por ti...
BSAZOS¡
Besos,
Malvaloca
El relato, que voy a decir, ¡vaya forma de empezar una mañana!... a cien...y por que no me pongan multa..Un abrazo y no abras la caja....todavia.
Malvaloca!!!!!!! que alegría verte, o leerte vaya, no te vuelvas a ir tanto tiempo hombre!!!!
Prometeo, ya sabes, gracias.
un beso, pandora.
Un saludo!
Genial. Qué imaginación la tuya.
POr cierto te voté otra vez
Besooos
Enhorabuena por lo del concurso!!!
Besicos.
Hablando de paquetes (verídico, lo juro), el lunes me encontré uno encima de la mesa de la oficina. Estaba dirigido a mi atención. Dentro había una botella de cava. Una buena forma de comenzar la semana.
Chin Chin por ese blog tan chulo que tienes.