planchando con Daniel Craig.......por pandora.
Era una tarde de miércoles, el fatídico día de la semana en que esta aquí presente tiene como norma no escrita y no siempre cumplida, planchar la colada de la semana o de las semanas. No tengo ningún problema con cualquier otra tarea del hogar, ninguna se me atraviesa tanto como la odiosa plancha, y de entre las prendas que menos me gustan están las camisas de traje de mi señor esposo, pero como que actualmente es mi trabajo no me queda más remedio que hacerlo.
Bien, no hay opción, así que al menos lo haría de una forma que no me resultara tan indigna, lo único que se me ocurrió para mejorar mi situación fue encender el televisor para estar más o menos distraída con la tarea, pero evidentemente la programación era patética, programas sobre gente con problemas económicos, ya tengo bastante con mi vida para escuchar los problemas de los demás, programas sobre el corazón, reconozco que no me interesan sobre todo porque no tengo ni idea de quien son esos famosos de los que hablan, otro canal era un reportaje de animales, y la verdad la plancha ya es bastante aburrida como para eso, al final dejé un canal con anuncios para ver si me sorprendía lo que dieran a continuación. Comenzó una película, evidentemente era un canal de pago, no esperéis ver una peli a las cuatro de la tarde si no es pagando, además era buena, todo un milagro.
Subí el volumen para que el vapor de mi odiada plancha no interfiriera entre la banda sonora y mi nivel de audición, y me rendí a la tarea. Daniel Craig se deslizaba por la pantalla de mi televisor inundándolo todo, las camisas de traje de mi querido esposo se deslizaban por mis manos bajo el vapor de la plancha y arruga tras arruga fueron rindiéndose ante mi pericia, pantalones talla mini, camisetas de todo tipo, tejanos arrugados, todo acababa doblado en perfectas montañas sobre la cómoda sorprendiéndome yo misma de la rapidez con la que la montaña de ropa para planchar iba desapareciendo, algún merito tendría el James Bond que medio sonreía en mi pantalla.
De pronto la situación cambió por completo, no se bien como ocurrió, pero mi casa desapareció, mis manos no planchaban una camisa sino que acariciaban un pequeño ramillete de rosas rojas en medio de un estupendo salón donde una enorme pantalla aparecía apagada. Tardé unos minutos en apreciar las demás diferencias, y fue al ver mi imagen reflejada en un perfecto espejo de grandes dimensiones, yo no iba vestida como antes, mi habitual chándal en día de plancha, sino que lucía un hermoso vestido de fiesta de color rojo, mis cabellos que habían crecido de manera desmesurada se hallaban en parte recogidos y en parte deslizándose por el canalillo de mis pechos, que además lucían perfectamente erguidos, mi rostro no reflejaba cansancio ni aburrimiento, estaba perfectamente maquillada, mi cintura era tan estrecha como hace décadas había sido, y mis redondas y amplias caderas habían desaparecido, sorprendida levanté la falda de mi vestido y reconocí mis piernas sobre unos hermosos zapatos rojos del mismo tono que el vestido. No sabía que había ocurrido pero el cambio valía la pena.
Todavía sin situarme del todo escuché una voz que me llamaba, increíblemente no decía Pandora, pero yo sabía que aquella voz me estaba llamando a mí.
—Natacha, Natacha—repetía la voz muy suave.
No podía contestar, segura como estaba de que en cuanto la persona que me llamaba se diera cuenta de que no era yo la que estaba buscando se evaporaría todo aquel sueño, pero no hizo falta esconderme porque en aquel momento un increíble Daniel Craig apareció en el salón con unos pantalones de pinzas negros con bordes de terciopelo, los zapatos negros más brillantes que había visto en mi vida y sin camisa.
Como toda respuesta lo único que yo podía hacer era sonreír, él a su vez me miraba divertido, recorriendo todo mi conjunto despacio. Creí que me caería pues mis piernas temblaban sobre los hermosos zapatos, mis manos retorcían el ramillete violentamente, y si no fuera por el maquillaje mis mejillas se hubieran apreciado tornándose del mismo color que el vestido.
—Ahora—pensé—ya está, ahora llamará a seguridad y me echaran de la casa a patadas, pero lejos de importarme que haría después solo podía seguir sonriendo.
—Querida estás espléndida, sabía que este vestido te quedaría perfecto cuando lo vi en París—dijo el.
—Tu siempre tienes muy buen gusto querido—esas palabras salieron de mis labios sin pensar en lo que decía.
—Mi buen gusto no sería nada si no fueras tu quien lo luce—contestó a la par que se acercaba tanto que podía rozar mi vestido—de todas formas nada más bello que tus labios—dijo cuando sus labios ya rozaban a los míos.
Se separó unos centímetros y sus ojos se fijaron en los míos, fue lo que acabó derritiéndome, aquella mirada expresaba deseo, aquellos labios que se habían posado sobre los míos pedían más, loca de emoción seguía sonriendo mientras él sujetaba mi mano en la suya, suspiró con desaliento y se dirigió a una especie de mueble-barra donde se sirvió un licor, no pudiendo apreciar yo que era exactamente.
Tenía la sensación que algo ocurría, imaginé, supuse, dada la escena que con mi atuendo de fiesta había aparecido en aquel salón, era eso lo que debíamos hacer, acudir a una fiesta, pero me sorprendía que el no llevara puesta la camisa todavía, no entendía nada.
Debió darse cuenta de mi desconcierto y me dijo:
—La limusina nos vendrá a recoger en unos minutos, pero es que no encuentro mi camisa blanca, ¿seguro que está planchada?
Acabose, tanto sueño, tanto beso tierno, tanto glamur para acabar pidiéndome que le planche una camisa, y es que no nos engañemos, hasta el mismísimo Daniel Craig necesita que alguien le planche las camisas.
Bien, no hay opción, así que al menos lo haría de una forma que no me resultara tan indigna, lo único que se me ocurrió para mejorar mi situación fue encender el televisor para estar más o menos distraída con la tarea, pero evidentemente la programación era patética, programas sobre gente con problemas económicos, ya tengo bastante con mi vida para escuchar los problemas de los demás, programas sobre el corazón, reconozco que no me interesan sobre todo porque no tengo ni idea de quien son esos famosos de los que hablan, otro canal era un reportaje de animales, y la verdad la plancha ya es bastante aburrida como para eso, al final dejé un canal con anuncios para ver si me sorprendía lo que dieran a continuación. Comenzó una película, evidentemente era un canal de pago, no esperéis ver una peli a las cuatro de la tarde si no es pagando, además era buena, todo un milagro.
Subí el volumen para que el vapor de mi odiada plancha no interfiriera entre la banda sonora y mi nivel de audición, y me rendí a la tarea. Daniel Craig se deslizaba por la pantalla de mi televisor inundándolo todo, las camisas de traje de mi querido esposo se deslizaban por mis manos bajo el vapor de la plancha y arruga tras arruga fueron rindiéndose ante mi pericia, pantalones talla mini, camisetas de todo tipo, tejanos arrugados, todo acababa doblado en perfectas montañas sobre la cómoda sorprendiéndome yo misma de la rapidez con la que la montaña de ropa para planchar iba desapareciendo, algún merito tendría el James Bond que medio sonreía en mi pantalla.
De pronto la situación cambió por completo, no se bien como ocurrió, pero mi casa desapareció, mis manos no planchaban una camisa sino que acariciaban un pequeño ramillete de rosas rojas en medio de un estupendo salón donde una enorme pantalla aparecía apagada. Tardé unos minutos en apreciar las demás diferencias, y fue al ver mi imagen reflejada en un perfecto espejo de grandes dimensiones, yo no iba vestida como antes, mi habitual chándal en día de plancha, sino que lucía un hermoso vestido de fiesta de color rojo, mis cabellos que habían crecido de manera desmesurada se hallaban en parte recogidos y en parte deslizándose por el canalillo de mis pechos, que además lucían perfectamente erguidos, mi rostro no reflejaba cansancio ni aburrimiento, estaba perfectamente maquillada, mi cintura era tan estrecha como hace décadas había sido, y mis redondas y amplias caderas habían desaparecido, sorprendida levanté la falda de mi vestido y reconocí mis piernas sobre unos hermosos zapatos rojos del mismo tono que el vestido. No sabía que había ocurrido pero el cambio valía la pena.
Todavía sin situarme del todo escuché una voz que me llamaba, increíblemente no decía Pandora, pero yo sabía que aquella voz me estaba llamando a mí.
—Natacha, Natacha—repetía la voz muy suave.
No podía contestar, segura como estaba de que en cuanto la persona que me llamaba se diera cuenta de que no era yo la que estaba buscando se evaporaría todo aquel sueño, pero no hizo falta esconderme porque en aquel momento un increíble Daniel Craig apareció en el salón con unos pantalones de pinzas negros con bordes de terciopelo, los zapatos negros más brillantes que había visto en mi vida y sin camisa.
Como toda respuesta lo único que yo podía hacer era sonreír, él a su vez me miraba divertido, recorriendo todo mi conjunto despacio. Creí que me caería pues mis piernas temblaban sobre los hermosos zapatos, mis manos retorcían el ramillete violentamente, y si no fuera por el maquillaje mis mejillas se hubieran apreciado tornándose del mismo color que el vestido.
—Ahora—pensé—ya está, ahora llamará a seguridad y me echaran de la casa a patadas, pero lejos de importarme que haría después solo podía seguir sonriendo.
—Querida estás espléndida, sabía que este vestido te quedaría perfecto cuando lo vi en París—dijo el.
—Tu siempre tienes muy buen gusto querido—esas palabras salieron de mis labios sin pensar en lo que decía.
—Mi buen gusto no sería nada si no fueras tu quien lo luce—contestó a la par que se acercaba tanto que podía rozar mi vestido—de todas formas nada más bello que tus labios—dijo cuando sus labios ya rozaban a los míos.
Se separó unos centímetros y sus ojos se fijaron en los míos, fue lo que acabó derritiéndome, aquella mirada expresaba deseo, aquellos labios que se habían posado sobre los míos pedían más, loca de emoción seguía sonriendo mientras él sujetaba mi mano en la suya, suspiró con desaliento y se dirigió a una especie de mueble-barra donde se sirvió un licor, no pudiendo apreciar yo que era exactamente.
Tenía la sensación que algo ocurría, imaginé, supuse, dada la escena que con mi atuendo de fiesta había aparecido en aquel salón, era eso lo que debíamos hacer, acudir a una fiesta, pero me sorprendía que el no llevara puesta la camisa todavía, no entendía nada.
Debió darse cuenta de mi desconcierto y me dijo:
—La limusina nos vendrá a recoger en unos minutos, pero es que no encuentro mi camisa blanca, ¿seguro que está planchada?
Acabose, tanto sueño, tanto beso tierno, tanto glamur para acabar pidiéndome que le planche una camisa, y es que no nos engañemos, hasta el mismísimo Daniel Craig necesita que alguien le planche las camisas.
Comentarios
Pero, al menos, estuviste un rato con ese pedazo de torso delante de tus narices, ojalá esta tarde (que tengo plancha para dar y regalar) me pase a mi algo parecido...
Un beso!!
Besos
Sabes????? te he visto guapísima con el vestido rojo!!!! será porqué lo eres??? pues sí!
Pues nada a seguir con la odiosa plancha...
Petonets
;-)
Besos guapa
Un saludo
Besos!!
por cierto... tienes que leerlo cuanto antes...en mi 4º pisín te dejé algo... espero que te guste... es para tí... un regalín de nada...
besos-besos...
tu vecino del 4º
posdata: relájate, yo mientras plancho por tí... no se me da nada mal, al menos eso dicen...jejejejeje...
por cierto... tienes que leerlo cuanto antes...en mi 4º pisín te dejé algo... espero que te guste... es para tí... un regalín de nada...
besos-besos...
tu vecino del 4º
posdata: relájate, yo mientras plancho por tí... no se me da nada mal, al menos eso dicen...jejejejeje...
Estoy seguro de que si hubiera acariciado tus caderas,y contemplado tus labios... habria pegado una patada al planchador y te hubiera comido directamente,con licencia para matar.
Te dejo el beso que esperabas ¿lo sientes?
Oye el chisme de sonido de abajo es super divertido...
Cómo se pone...
Besos
Muaaaaaak
Gracias!