Una escapada.............por pandora


Me había sentido obligada a irme de vacaciones, la ciudad, y su gente, mis amigos y familiares, el calor, todos y todo me estaba agobiando de tal manera, que había decidido tomarme un respiro, aunque sabía que ella no regresaría aunque lo hiciera. Ella había decidido dejarme, decía que se había enamorado de un hombre, para humillarme más, si cabe. Todavía no había averiguado si era cierto o era una mera excusa para que no intentara hacerla cambiar de opinión, pero el caso es que había conseguido su objetivo, no intenté forzar la situación, no intenté convencerla de que se quedara a mi lado, no lo hice y por eso me sentía tan mal, ¿quizá no la quería lo suficiente?, me preguntaba y contestaba yo misma a cada momento, ¡si que la amaba! Y mucho, pero hubiera sido mucho peor para nuestros recuerdos, haber montado un número de celos como punto final de la relación, yo quería recordarla como siempre había sido, una ráfaga de alegría que me inundaba cada vez que sonreía.

Pensé que un pequeño hotel a orillas del mediterráneo sería perfecto para mi retiro, digamos… espiritual. Hice la reserva y la elección por Internet, las fotos del lugar llamaban al descanso. La cosa fue un tanto diferente cuando llegué al lugar, abundaban los turistas y los niños que a base de berrinches conseguían que sus padres hicieran lo que ellos querían. Estuve a punto de darme la vuelta cuando entré en el hall, pero me obligué a quedarme. Una recepcionista guapísima, con una enorme sonrisa me ayudó con los trámites de la habitación, noté al segundo que estaba intentado ligar conmigo, no dejaba de morderse el labio inferior y si no hubiera estado tan decaída, seguro que me hubiera excitado. Debió darse cuenta de mi ánimo, me preguntó si mi intención era descansar y le respondí con un sí bastante distante, dejando muy claro que no conseguiría nada, quizá, cuando me hubiera instalado, me tomaría una copa con ella en el bar del hotel, nada más.

Mi habitación no me decepcionó, era tal y como mostraban las fotografías de la web, deshice la maleta sin el menor cuidado ni orden, incluso el mal humor me rondaba. Siempre que iba de vacaciones era ella la que deshacía el equipaje, con el pulso acelerado me puse un bikini cualquiera de la maleta, un pareo y cogí un libro “El descanso de Sertorio” en edición de bolsillo, cerré la puerta de un portazo y fui derecha a la piscina.

Era un remanso de paz, no me explicaba donde podían esta aquellos niños llorosos, pero solo había tres o cuatro personas, adultas todas y bastante apartadas entre ellas, lo cual significaba que ninguno intentaría mantener una conversación superflua conmigo, sonreí, aquello me gustaba, por fin mi buscado descanso. Unas estupendas hamacas pendían entre las palmeras que rodeaban el borde la piscina, las toallas enrolladas formaban pirámides diseminadas entre ellas y cojines de color crudo se amontonaban bajo la sombra. En momento que hice ademán de tumbarme en una de ellas, lo suficientemente alejada de la piscina bajo una enredadera de jazmines, un muchacho joven se acercó, acomodó una mesa baja y me preguntó que querría tomar, le pedí agua y pareció sorprendido por ello, supuse que estaría acostumbrado a cócteles de nombres imposibles y cervezas enormes.

Por fin pude abrir mi libro, dejarme seducir por letras y palabras, olvidarme de mí, para sumergirme en una historia que, por no ser la mía, ya me parecía sugerente. Cerré los ojos lo que solo me pareció un instante, al volver abrirlos la sombra me había abandonado por completo y el ardiente sol se había propuesto socarrar mi blanca piel. Dejé mi libro sobre la mesa donde el agua permanecía intacta, salí de la tumbona y me dirigí a la ducha de piedra para darme un baño, cuando percibí que no me encontraba tan sola como imaginaba.

Entre los arbustos, lo primero que vi fue un pie con las uñas pintadas de un rojo pasión precioso, una pedicura perfecta. Conforme mis pasos avanzaban mi visión fue aumentando, a la pedicura perfecta, le acompañaba un par idéntico que se movía sin cesar de arriba abajo, y a ambos les seguían unas hermosas piernas bronceadas, y unas caderas firmes aprisionadas por un minúsculo bikini color rojo. Las caderas se estrechaban en una cintura coronada por un piercing en el ombligo, sobre un vientre planísimo. Yo seguía avanzando y miraba furtiva aquel cuerpo, mi vista consiguió divisar la parte de arriba del bikini, una cuerda con dos triángulos que, acertaban escasamente, a cubrir una parte minúscula de unos senos esbeltos, dejando claro que no necesitaban sujeción de ninguna clase. Me dejé seducir por un rizo rojizo que se arremolinaba entre la cuerda suelta del cuello alargado, mis ojos continuaron por el angulado mentón encontrando a su paso, unos labios sensuales, carnales, voluptuosos, en aquel momento me parecieron perfectos. Siguiendo con el camino que me había marcado en dirección a la piscina no podía ver nada más, me di cuenta de ello demasiado tarde y no pude tomar otro camino sin dejar claro que lo que quería era verla.

Llegué a la ducha, sudorosa y con una sensación de desasosiego en el pecho. En la piscina intenté relajarme y disfrutar de aquellas plácidas aguas, de los chorros que emergían de sus paredes y de los que caían en cascadas sobre mis hombros. La visión del cuerpo de aquella mujer desconocida me turbó durante mucho rato, pero conseguí zafarme de ella planificando el resto del día, si me mantenía ocupada no pensaría en nada, ni en aquella mujer, ni en la otra. Tenía la sensación de que me estaba dejando arrastrar por emociones que no podría soportar. Al salir de la piscina, respiré aliviada pues la mujer había desaparecido.

Por la tarde acudí a una clase de arte floral y pasé un par de horas en la biblioteca del hotel, cuando se acercó la hora de la cena subí a mi habitación y tomé otro baño, esta vez la camarera del hotel había dejado junto al tocador sales de baño y aceites frutales para la piel, y opté por utilizarlos. Llené la inmensa bañera mientras yo me frotaba con una crema exfoliante, la retiré con una esponja y me sumergí en el agua caliente, dejé que las sales se fueran disolviendo a mí alrededor. Unas cuantas bolas de aceite flotaron entre la espuma, jugueteé con ellas entre mis dedos mientras seguían flotando, noté como rozaban mis pechos, mis pezones se irguieron al momento, ¿Cuánto tiempo llevaba sin hacer el amor? Meses, era la respuesta, pero lo cierto era que tampoco lo había echado en falta, mis pensamientos giraban alrededor de otra persona y no podía parar a pensar en mis necesidades. En ese momento recordé que en uno de mis cumpleaños, Ana me había regalado un juguete vibrador con forma de gusano que me aseguró que haría mis delicias cuando ella no estuviera, sonreí, ¡cuanta razón había tenido! y que bien que me hubiera venido tenerlo a mano en aquel momento. Prescindí del gusanillo y dediqué tiempo a acariciarme, las manos impregnadas de aceite se deslizaban sobre mi piel, con ellas accedí a todos los rincones de mi cuerpo, dejé que el agua entrara dentro de cavidades que llevaban sin abrirse mucho tiempo, dejé que mis pechos se enfriaran con el contacto del aire como si dos islas flotaran en medio de un gran mar. Con los dedos calientes acariciaba los pechos fríos, noté el calor en mi vientre, palpitaciones en mi sexo, escalofríos en mi nuca.

Salí de la bañera sumida en una bruma clara, me sequé despacio, observé mi cuerpo en el espejo. Nada que no debiera estar, me dije a mi misma. Sonreí, me pareció recordar algo, fui hasta la maleta que había guardado en el armario, corrí una cremallera, introduje la mano y saqué un pequeño neceser de color dorado, lo abrí y ¡si! allí apareció el juguete de Ana, junto con una crema lubricante con efecto calor, unas bolas chinas, un pañuelo largo de color negro, que habíamos utilizado alguna vez par vendarnos los ojos, un par de esposas negras y algunos juguetes más que habíamos utilizado en múltiples ocasiones las dos juntas, sobre todo en el último viaje que hicimos, hacía ya, mucho tiempo.

Me tumbé en la cama con el gusanillo en mi mesita, acomodé los cojines, derramé crema entre mis dedos y con ellos rodeé mis pezones, su dureza me excitaba solo con mirarlos. Mis expertos dedos recorrieron el camino más lento que conocían para proporcionarme el placer que necesitaba, me estrujé los pezones con los dedos hasta que casi me dolían, con suavidad fui pasándome la yema de los dedos sobre mi cuerpo, erizando mi piel a su paso. Acaricié la cara inferior de los muslos hasta que mi sexo se movió por inercia buscando su contacto, con movimientos giratorios y lentos exploré cada rincón, acaricié cada recoveco que vibrase bajo su contacto. Sin darme cuenta añadí más crema a mi humedad, mis fluidos se mezclaron entrando en lo más profundo, mis dedos rápidos aprovecharon para introducirse dentro de mí, con la otra mano seguía girando los dedos en círculos alrededor de mi clítoris, notaba como las vibraciones se acercaban a la zona donde giraban mis dedos, los saqué y alargué la mano hacia la mesita, encontré el gusano de Ana, lo introduje con fuerza en mi interior hasta que solo lo podía agarrar por unos pocos centímetros, lo giré y noté el lugar exacto donde estaba alojado, emprendí unos movimientos rápidos y rítmicos, entrando, saliendo… mientras que la otra seguía acariciando el clítoris, los movimientos de la mano fueron acompañados de la pelvis que se movía frenéticamente al compás, mis gemidos alcanzaron un nivel más elevado hasta quedar reducidos a un jadeo constante, noté las contracciones que intentaban atrapar al gusano en mi interior, mis movimientos continuaron rápidos no dejando que sucediera, gocé de cada momento mientras mis líquidos se desparramaron sobre las sábanas blancas de algodón, quedé exhausta sobre la cama, temblando y sudando, dejando que mis contracciones fueran remitiendo abandonándome a un sueño plácido.

Cuando desperté, la hora de la cena había pasado y un hambre feroz se removía en mi estómago, me vestí con un sencillo vestido color verde de tirantes y salí en busca de algún lugar que prepararan bocadillos.


Me levanté a la mañana siguiente con energías renovadas, desayuné copiosamente en el buffet del hotel y sin pensarlo volví al lugar de las hamacas para pasar la mañana tomando el sol y leyendo, aunque si he de ser sincera conmigo misma, también fantaseé con encontrarme a la mujer de rizos rojizos y pedicura perfecta. Mi hamaca del día anterior estaba libre y creo recordar que incluso había menos gente que el día anterior, pero ella no estaba, me resigné y dejé que el sol intentara abrasarme por un rato.

Volví a quedarme adormilada bajo el sol y cuando desperté me encontré con la mirada de unos ojos marrones clavados en mí con todo descaro. Aquellos ojos iban acompañados de unos labios carnosos que yo había mirado anteriormente, me sonrojé al ver que no apartaba la vista. Sonreí porque no sabía que más hacer, ella a su vez sacó su lengua para repasar sus labios con ella, quedé como hipnotizada con aquel movimiento, la seguía con la vista mientras se levantaba de su tumbona y se acercaba a mi hamaca. Los temblores empezaron cuando deslizó suavemente su mano sobre mi pierna, se detuvo y buscó mi aprobación con la mirada, supo ver en un breve instante que podría hacer conmigo todo lo que se propusiera, que en ese momento era suya. Me acarició tan despacio, que casi podía notar cada músculo moverse a su contacto. No me di cuenta de lo que estaba ocurriendo hasta que me vi sumergida en aquella espiral de placer que me arrastraba, no conseguía controlar los movimientos de mi cuerpo que se había abandonado al placer que ella me estaba ofreciendo. Intenté protestar, decirle que estábamos en un lugar público y que nos podía ver cualquiera, pero a la vez que intentaba decírselo, me excitaba el hecho de que realmente pudiera ocurrir.

Rozó la braguita de mi bikini con los dedos resiguiendo con ellos la forma de triángulo que se formaba entre mis muslos, no intentó levantar la licra verde, solo pasaba por encima de ella con una suavidad que dolía en lo más profundo. Llevó su mano a mi nuca y encontró el lazo de mi bikini, estiró del cordón que se deshizo rápidamente y mis pechos quedaran al descubierto. Se dedicó a rodearlos con la yema de sus dedos dejando que de vez en cuando aprisionaran mis pezones entre ellos. Sin saber muy bien cuando pasó, acercó su boca a la mía, con su lengua repasó mis labios abiertos y sedientos, mi lengua buscaba la suya, mis manos intentaron acercarla más todavía y la agarré por los largos rizos rojizos, la besé con desesperación. Sus labios se separaron de los míos para dirigirse a mis pechos, con la misma suavidad y lentitud que antes había utilizado con sus dedos, ahora lamía mis pezones endurecidos. Mi desesperación iba en aumento, la necesidad de sexo compartido de mi cuerpo me descontrolaba, pero su ritmo seguía siendo demasiado lento para mi ansia y mi cuerpo se contorsionaba a cada roce de su lengua.

Mis labios necesitaban saborear su cuerpo como ella hacía con el mío, con las manos en su rostro y mi boca en sus labios, la hice levantar para apoyarla sobre la palmera de la que pendía mi hamaca, seguí besándola mientras que retiraba con una mano el pareo color rojo que la envolvía, desaté el lazo de la braguita del bikini dejando que cayera hasta sus rodillas, sin mirarla todavía, con mi boca comiendo de la suya, desaté también el sujetador del bikini que quedó colgando del cuello por otro lazo, sus pechos se frotaban con los míos, el sudor de ambas se mezclaba fabricando entre ellos un lubricante entre nuestros cuerpos. Noté un movimiento entre unas palmeras cercanas y supe que había alguien mirando, unas pequeñas risitas que fingían que nadie las había oído se escucharon entre el viento, mi excitación iba en aumento al imaginarme una escena como la nuestra a escasos metros. Me retiré unos centímetros para contemplar todo el cuerpo que se me ofrecía, mi boca caliente no se entretuvo y se lanzó a explorar la piel morena de ella, de su boca partí por el cuello, su cabeza cayó hacia atrás apoyándose más en la palmera, me abrió el camino hacia el valle de sus pechos, teniendo que elegir un camino u otro, opté por humedecer con mis labios un pecho mientras acariciaba el otro con mi mano, alternando mordiscos y caricias, besos y apretones. Me deslicé por su vientre coronado por aquel piercing lo envolví entre mis labios, acariciándolo con la lengua, noté su vibración bajo mi lengua, escuché sus gemidos que debían ser escuchados desde el seto donde antes había oído las risas. No me importó, continué rodeando su vientre con mi lengua. Bajé mi mano hacia su sexo desnudo, la braguita seguía en sus rodillas, sus fluidos escapaban de su cueva humedeciendo a su paso el interior de sus muslos, mi boca se lanzó sedienta a beber aquellos jugos que escapaban para calmar mi sed, su cuerpo empezó a contraerse a cada caricia de mi lengua, sus movimientos hasta ahora lentos y suaves se convirtieron en convulsiones bruscas y rápidas, mi sexo palpitaba con cada movimiento que ella realizaba, mi cuerpo demandaba atenciones pero el suyo gritaba que necesitaba más, mientras que mi lengua seguía lamiendo cada uno de sus pliegues mi mano se deslizó entre mi bikini y se movió con destreza sobre mi sexo húmedo caliente y palpitante. Ella alargó la mano hasta mi cabeza donde me apretó con fuerza, entendí que quería que acelerara mis movimientos, y lo hice tanto con mi lengua como con la mano que acariciaba mi sexo, mi lengua entraba y salía del túnel oscuro que cobijaba entre sus muslos, los movimientos bruscos de su pelvis me obligaron a abandonar los dedos que ocupaban mi sexo para introducirlos en el suyo, con fuertes embestidas su cuerpo tembló, una corriente de fluidos corrieron por mi mano y mi boca deslizándose hasta el suelo, un grito retumbó sobre mis oídos notando enseguida como su cuerpo se dejaba vencer por un orgasmo. Me sentí en ese momento poseedora del cuerpo más bello que jamás había visto.
Separé mis labios de su sexo cuando noté que se relajaba, pero eso solo duró unos segundos puesto que vi en su rostro la expresión de hambre y lujuria que yo debía haber tenido anteriormente.

Dejé que me tumbara en la hamaca en sentido contrario al habitual, se arrodilló delante de mis piernas y con un gesto rápido se deshizo de mi bikini, separó mis rodillas y admiró mi sexo jadeante, abierto por completo como una flor en verano, yo ya jadeaba presa de un ansia terrible, sonrió antes de lanzarse a beber los jugos que ya se escapaban, lamió, chupó y mordió mi sexo unas pocas veces antes de que se me escapara sin remisión un orgasmo total que me hizo tambalear bajo sus manos y labios, siguió acariciando mi sexo hasta que notó que las convulsiones de mi cuerpo fueron aflojando, dejándome sumida en un ligero sueño que se vio interrumpido por los susurros y jadeos que se escucharon unas cuantas palmeras más atrás. Nos miramos y sonreímos, las dos sabíamos lo que acababa de ocurrir allí cerca.

El viaje resultó ser de lo más placentero después de todo, quizá haya que repetirlo más a menudo…

Comentarios

DINA ha dicho que…
Uissssssssssssssssssssssssssssssss,nena, cada día que pasa te superas... y yo me pongo mala cada vez que te leo... menos mal que me ha pillado en Sábado y en casa, así que si me disculpáis, mi churri y yo tenemos cosas que hacer !!!! jajajajaja.


Besitos y nos vemos pronto guapa.
Anónimo ha dicho que…
¿Y a quien no le gustaria unas vacaciones asi?
Me apunto....
Cada relato tuyo me sorprende de forma muy agradable.
Un fuerte abrazo.
Anónimo ha dicho que…
Paso a votarte por el link que has dejado.
ya sabes Pandora que siempre es un autentico placer pasear por tus letras.
Mil abrazos.
Maru Canales ha dicho que…
Hola Pandora,

Hace unos días me nominaron para el premio Blog del Día, por lo que ahora me toca a mí nominar y así es como te paso el relevo. Tu pluma y creatividad es sensacional.
Un abrazo,
Maru
http://marucanales.wordpress.com/2007/11/03/premio-blog-del-dia/
Erotismo ha dicho que…
hay que darse un viaje de esos con frecuencia... muy sano!!!
Agatha Blue* ha dicho que…
Mmm.. ejem...

Pandora, me vas a matar.

Un día de estos me encuentran en pleno orgasmo en el despacho.

Tengo que prometerme a mi misma, no volver a leer tu Blog en el trabajo.

Lo dejo para casa, así de este modo, no tendré que avergonzarme si alguien me vé con un sospechoso rubor en las mejillas.


Agatha Blue*
Paradox ha dicho que…
Excepcional relato Pandora. Mientras lo leía he hecho una perfecta fotografía mental del lugar y de la situación.
Que situación más excitante acabas de describir, la piscina, el sol, la tumbona, etc.
Un beso.

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